escritos encontrados

recolpilación inconexa de los inconexos escritos funkangulosos... carpe diem...

miércoles, julio 26, 2006

1998
















A los 18 años no teníamos mucho por hacer, tal vez porque el horizonte se cubría de negros nubarrones en el frío invierno austral. Como tantas otras noches recorríamos la comarca en el fitito buscando alguna que otra aventura, fumando algún que otro porro, bebiendo alguna que otra cerveza, saqueando algún que otro telefono atiborrado de monedas.

Mientras contábamos monedas de nuestra última víctima el viento frío nos chicoteaba la cara en ráfagas que parecían girar en nuetro rededor. Nos subimos nuevamente al fitito y nos dirigimos al siguiente teléfono. En mitad del camino un cortocicuito inició un fuego dentro del auto y salimos corriendo mientras Quique apagaba las llamas con una franela.

-No pasa nada maricas eran los cablecitos de la radio.

El telefono parecía no querer ceder a nuestra insistencia. Mirando hacia el río a través del baldío observé las luces de la margen norte encendidas y fue en ese momento que tomé la decisión.

-Abran paso yo me encargo de sacarle todas las monedas- dijo Quique mientras se subia al fitito.

Se alejó marcha atrás abirendose paso por el baldío y cuando estuvo lo suficientemente lejos aceleró en dirección al teléfono ante la mirada atónita del Locura y mi hermana...

El golpe fue certero, apenas tuvimos tiempo de juntar las monedas y subirnos al fitito antes que llegara la policía.

Mientras cruzábamos el puente entre la algarabia de nuestra pequeña gran aventura, observé las luces de la ciudad por la ventanilla trasera, como destruyendose al alejarnos rumbo al hastío de la noche, una más de 1998.

miércoles, julio 05, 2006

Encono sur

















1.La noche más larga

Corría desesperadamente al costado del arroyo, era de noche y no veía nada, instintivamente me escabullía entre las ramas de la arboleda y de un momento a otro cruzaría la ruta y treparía hacia el monte, era invierno y sentía frío pero más que nada sabía que si me atrapaban iba aestar en serios problemas. Cómo había llegado allí es una larga historia, como también lo es lo que sucedió después, pero ese no es el centro de este relato, el de la noche más larga. Cuando me alejé de la casa corriendo y sangrando no pensaba en nada, la adrenalina me había ganado, estaba huyendo y sentía el peligro acechando. No ver, correr sin freno, detenerme a la orilla del arroyo a lavarme la herida, en ese momento recuerdo haber pensado en que era muy ridículo morir de tetanos... no después de tanto viaje y tanta espera. Desde la lejanía las llamas ascendían al cielo como una exhequia a los dioses... vaya dioses de barro... Por qué inicié el fuego? Era tan solo una forma de quemar el pasado? NO. La verdad que cuando encendí el fuego no pensé que la casa toda ardería, pero tampoco me importaba. Sentía desde mi encuentro con la sombra en el camino bajo la luz de la luna que nada esa noche sería agradable.

Corría ya en dirección al monte, trepando y sin mirar atras, sudando bajo la noche fría e intentando calmarme en el refugio que me brindaban los árboles y la oscuridad. Por qué la velocidad mental? Tal vez el instinto. Cuando levanté la cabeza ya mojada por el agua del arroyo y salí caminando hasta la calle de tierra entre los ladridos de los perros vi la luz de la patrulla e inmediatamente me tiré cuerpo a tierra, desafortunadamente sobre unos arbustos espinosos y me quedé inmóvil. Sentí pasar la camioneta tan cerca, hasta pude escuchar la radio y los comunicados en codigo yuta. Pensé que si me veían estaba totalmente perdido. Pero no me vieron y salí disparado como alma que lleva el diablo a internarme en la oscuridad de la noche. Crucé el puente y avancé velozmente sin ver entre los arboles.

Esa noche la pasé en el monte, muerto de frío, agotado y con miedo. Cada ruido, cada sombra en la oscuridad eran como advertencias, pero yo estaba ahi para escucharlas todas y cada una de ellas.Vi pasar por la ruta una y otra vez a incansables patrullas. Me buscaban pero no sabían quien era, me buscaban pero no sabían donde estaba. Sabía que no iban a subir al monte, pero tampoco podía moverme demasiado. Caminar en la oscuridad un suelo desconocido no es fácil, detenerme, congelarme sin saber por qué, volver a emprender la marcha con otro rumbo siguiendo esa brujula que llevo dentro y no permite perder el sentido de la orientación. Los dioses de barro estaban de mi lado o sencillamente aborrecen a la policía ellos también.

A la mañana siguiente apenas hubo amanecido bajé a la ruta e hice dedo a la primer camioneta que apareció. Estaba muerto de frío y tenía los tobillos esguinzados. Al pasar por el peaje temí ser descubierto, pero ellos no conocían mi cara, solo sabían que un fuego se había desatado en una casa, solo eso. Me quedé observando el reflejo del espejo retrovisor mientras el motor de la camioneta ronroneaba su pena, rumbo hacia el pueblo más proximo, del cual ni sabía el nombre...

2. La Negra

La vida pareciera una recopilación o una antología, de hechos, amores, cicatrices y actos... La memoria, que es acaso más falaz que la memoria? Recuerdo a la negra como una mujer oscura, pero que es el recuerdo si mi mente me tiende tantas trampas. La Negra tomó las llaves de la puerta y las dejó sobre la mesa, sabía que no volvería más que a buscar sus cosas. Pensó en el tiempo como una concatenación de nudos. Años atras, presa en una celda, loca de amor, murmurando una canción infantil de la cual no sabía el nombre... Así como una noche, la última que lo unió a esa piel tan calida y extraña que se le había aferrado a las entrañas, así como luego alternaría entre un cuerpo y otro mientras los cuerpos intentaban mutar buscando algo imposible. Ni el Negro, ni León podían saber que les pasaba pero oscura y remotamente, ella ya había decidido y ninguno de los dos sería vencedor. El tercero en discordia o cuarto o quinto o quien sabe que numero, importaba acaso ser el primero o el sexto? Sinceramente no. Ambos se sabían unidos por la incoherencia del corazón que no escucha a la mente, ambos se sabían derrotados pero estaban perdidamente adheridos a la piel oscura y suave de la Negra. Luego de tantos ires y venires, estaba marchandose tambien de ese otro que fuera vencedor, miró por última vez al gato y recordó un episodio el cual no pudo colocar en una linea recta. Realmente se sentía confundida y sabía que su desición era la correcta, pero también se sentía siempre del mismo lado de la cuerda, como si con cada salto se mantuviera siempre del mismo lado. Faltaba un campo en la imagen y la vida parecía ser tan extraña. Meses más tarde se cruzó con León en un semáforo y sintió una alegría inmensa, conversaron sobre cosas tribales durante un abrazo que pareció durar semanas. Luego se fue pensando en aquel muchacho que se alejaba por la avenida y se perdía entre la multitud en como una tarde surrealista la llevó al lugar más extraño y la poseyó con la energica vitalidad de la juventud, luego pensó en sus últimas palbras minutos atras: "estoy rota por dentro"

3. El
Desde que recordaba haber visto su mirada se preguntaba quién era, qué hacía, donde y por qué. Su cabeza estaba llena de preguntas y tenía una necesidad imperiosa de evacuarlas. Por las noches, mientras Ernesto dormía profundamente agotado luego del día de trabajo, ella se tocaba imaginandolo tan caliente y tan cerca. Y entonces se debatía sobre su vida y la fidelidad y la monotonía de sus noches de pareja. Pero rápidamente se olvidaba de lo que estaba pensando, tal vez por el orgasmo o por el cansancio... y se abandonaba a sueños donde él la perseguía por escaleras oscuras y siempre la alcanzaba y la cazaba. Así fue como sus fantasías fueron increscendo y las realidades sugiriendo cosas ocultas. De tan solo haber sabido que él también pensaba en ella y en persecusiones por escaleras tal vez sus historias nunca hubiesen pasado del primer contacto. Lo seguía con la mirada, lo veía llegar con su sonrisa y sus pelos revueltos, se preguntaba con quien compartía sus noches, al verlo conversar con alguna chica imaginaba alguna ligazón... Imaginaba imaginaba pero siempre se olvidaba de la punta del ovillo enmarañado... Entonces indagó sobre aquel muchacho distante y sonriente que le había clavado los ojos aquella tarde y supo algunas cosas y tal vez más de las que un buen detective podría haberle suministrado. Un día él se acercó y le habló largo rato sobre algunas ideas a las cuales no prestó atención, su mente estaba divagando por su imaginación caliente. Lo veía ir y venir, hablarle y su deseo se acrecentaba cada vez más. Por las noches cuando tenía sexo con su pareja no podía dejar de desearlo y se mordía los labios para no pronunciar su nombre. Así fue como un día se encontró dentro de un taxi compartido con él sin preguntarse mucho su destino, solo deseaba y el deseo afloraba por sus poros de forma tal que abandonandose al instinto sus bocas se cruzaron y cruzaron sus destinos. Aquella tarde experimentó lo que tantos tiempo solo había imaginado, olvidando todo por completo. Cuando se despidió de él y su cuerpo caliente sintió que su vida estaba cambiando. En el viaje de regreso en taxi hacia su casa, pensó mil formas de plantearle la separación a Ernesto. Pero no tuvo la fuerza para hacerlo y su vida continuó boyando entre un cuerpo y el otro... Cada uno de los hombres representaba dos partes enfrentadas, la razón y la pasión... Tardó demasiado en elegir que lado quería explorar a pleno, tal vez los miedos de ella o la libertad que él le emanaba sin preguntarle nunca por Ernesto... Siguieron siendo amantes mucho tiempo, al frio sucedió la primavera y miles de recuerdos fue acumulando en su memoria afectiva que cada día la acercaba más a él y la alejaba de Ernesto. Cuando al fin se decidió por terminar su relación con Ernesto (asi como si un contrato caducara) lo llamó a él para encontrarse y hablarle de su decisión. Ese día él le comunicó que viajaría a Europa, pasando por varias ciudades como escalas previas a su destino final, la humeda Londres. En el taxi de regreso no pudo contener las lágrimas y su orgullo se resintió al hehcar por tierra sus planes. Esa noche Ernesto la esperó con la cena lista. Casi ni hablaron, tampoco se miraron a los ojos, hacía tiempo que no lo hacían, luego se fueron a dormir y Ernesto la penetró como lo hacía algunas noches, ella se mordió los labios para ahogar el pronunciar el nombre de él y pensó que aquel que la poseía no era otro más que quién días más tarde estaba rumbo hacia otra parte del planeta y del cual no tenía la certeza de volver a ver... Y entre su llanto silencioso sintió el semen caliente de Ernesto inundándola por dentro.