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recolpilación inconexa de los inconexos escritos funkangulosos... carpe diem...

viernes, julio 08, 2005

Lenguas de llamas

Nuevamente Ariel se encontró regresando del desierto sin saber muy bien por qué lo hacía, en las periferias de la ciudad del desierto una casa ardía envuelta en llamas, las lenguas de fuego ascendían con el humo como exequias vengativas entre los disparos y los gritos. Ajuste de cuentas, homicidio, muerte llega. Nada, absolutamente nada devuelve una vida, ni la más buena, ni la más perversa. La ciudad del desierto de ésta manera retornaba al cosmos, sin embargo la némesis no regresaba el status quo. Atravesando el horrendo cuadro Ariel se dirigió hasta las puertas de un bar en una esquina vieja y gastada. Adentro los ojos desorbitados del psicópata lo interpelaron: Hoy estamos... mañana no sé... lo que sí sé es que yo voy a estar... no sé ustedes... pero yo voy a estar! Bebió su ginebra y rabió. Atrás de la barra el Alquimista servía tragos de ginebra al psicópata, uno detrás de otro; un parroquiano dormía sobre la barra y Lupe parecía masturbarse detrás de un pinball... hasta que emergió desde abajo la Rabiosa, la mujer más ardiente y explosiva del desierto. Se acercó hasta Ariel y le mordió la oreja, en ese momento el psicópata sugirió dar un paseo en auto, por supuesto que las sugerencias del psicópata no se hacían esperar, eran órdenes directas. Los cinco enfermos cerraron el bar con el parroquiano dormido dentro y se subieron a un chevy rabiando su locura. El psicópata al volante no respetaba ninguna indicación vial ni sentido, todo se hacía tal cual él lo dictaba. Lupe rabiaba golpeando el tablero y Ariel, en el asiento trasero entre el Alquimista y la Rabiosa que le mordía el cuello insistentemente. El chevy cruzó toda la extensión de la calle comercial de la ciudad del desierto en contra mano, dos calles más abajo un patrullero avanzaba lentamente con las luces encendidas. Oscuridad, silencio, anonimato. El chevy volvió a cruzar velozmente la calle comercial, esta vez en el sentido indicado, el patrullero continuó su apacible viaje sin advertir siquiera a los cinco enfermos en pleno viaje desenfrenado sin destino. Al fin llegaron hasta una casa donde dejaron el auto sobre la vereda, adentro esperaban algunas de las más sabrosas y licenciosas mujeres del desierto. Horas más tarde Lupe, enfermo como una lechuza, irrumpió en la habitación donde el psicópata se desgastaba con las mujeres y comenzó a golpearlo. Inútil fue interceder, el psicópata terminó echando a patadas a Lupe, quien esperó afuera junto al perro de la casa en castigo por la ofensa. El Alquimista preparó una ronda de tragos, luego subieron al chevy y rumbearon al otro lado de la ciudad a buscar algo ajeno. En el camino le tiraron el auto encima al hijo de la Hydra y sus sombras secuaces mientras hacían la señal de las manos. Salvaron sus vidas de milagro. El hijo de la Hydra reconoció el brillo de los ojos de Ariel. La casa aún humeaba cuando llegaron a apropiarse del objeto de codicia de la mitad de la cuidad del desierto, incluidos jueces, curas y policías... El psicópata avanzó directo al lugar sagrado y levantando una madera del piso, le ordenó a Lupe tomar el paquete y cuando estaban por retirarse se les interpuso en la puerta el dueño de la casa en llamas: el negro Chiloé... El psicópata lo interpeló con ojos desorbitados rugiendo: Hoy estamos... mañana no sé... lo que sí sé es que yo voy a estar... En ese instante sacó un revólver y transformó a Chiloé en un colador para gusanos, luego continuó rabiando: no sé ustedes... pero yo voy a estar! Una vez en el auto el motor rugió y una nube de polvo se elevó dejando atrás los restos de una casa quemada, y un cadáver. Nadie reclamaría justicia, la policía agradecida.
La chica de la sonrisa susurraba a su oído palabras inconexas que fueron revelando la verdad del dolor de sus senos, una y otra vez acariciados por Gerardo en el calor de las noches, el dolor no tendría sentido si Gerardo no fuera su hermano. Ariel despertó súbitamente, inquieto, no pudiendo recordar cómo había llegado hasta allí: la casa de la bruja. La hija de la bruja lo miraba con grandes ojos inquisitivos. Ariel solo atinó a preguntar cómo había llegado allí. La hija de la bruja mientras sorbía de la bombilla de un mate le respondió:
- La gente solo habla de tres cosas: del flaco Aguirre que se cortó la mano en un mambo místico, la muerte del negro Chiloé y el choque del boulevard... de donde te rescatamos anoche luego de que el Psicópata y sus secuaces te dejaran abandonado. Creo que nos debés algo no?
- Gracias.
La bruja había partido huyendo de la verdad para encontrar otra verdad más cruda, a esa altura del partido era mejor estar lejos de Ariel para cuando supiera la verdad. La prestidigitación, los oráculos y los engaños eran las virtudes de la hija de la noche, la única, la más lujuriosa de todas en el aquelarre.
- Mamá dejó un mensaje para vos Ariel: alejate de esas mujeres, la tormenta se avecina, te van a venir a buscar pronto.
Tal vez fuera cierto, tanto descenso, tanta densidad... pero si venían él estaría preparado, esperándolos presto a morir en injusto duelo... tal cual un conefante...

otro capítulo de Desert Song...

1 Comments:

At 3:36 a. m., Anonymous Victor said...

alta locura laionnnnnnn!!!!!!!

que zarpado viaje!
me re colgué leyendote y es adictivo
el laion del pantanoooooooooooooo

 

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