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recolpilación inconexa de los inconexos escritos funkangulosos... carpe diem...

viernes, julio 08, 2005

Parado sobre una tortuga

Llegado a la orilla me quité la ropa y caminé hacia el agua, bañado por la luz de la luna. Me adentré en el río y llegué hasta la mitad con el agua hasta las rodillas, más allá un abismo oculto. Una tortuga me miró y me dijo que no avanzara, ese lugar era el mismo de otra vez, si algo había allí yo no era de su agrado... el mal cayendo sobre mí. Desnudo, parado sobre el caparazón de una tortuga que solo se deja ver de noche, quería ir más allá pero la tortuga me advertía que era peligroso y decidí regresar a la orilla. Hacía tiempo desde lo de Elena. Desde lejos divisaba el fuego y las voces, me vestí lentamente y me acerqué, un tambor repicando constantemente con mucho entusiasmo y potencia. Recordé vagas imágenes y me eché sobre mi espalda a ver las estrellas, el viento soplaba constante, el río murmuraba su recorrido. Aquella chica haciendo swing me recordó a Elena nuevamente, sonreí pese a que por dentro cada vez que la recordaba sentía tanta tristeza. La tortuga me miró con cara de tortuga y sin más se hundió bajo las aguas. En aquella cocina debe existir todavía un delantal de cocinero que dice: Para la más hermosa de la casa... Feliz día mamá! Fue gracioso hasta la luna parecía reírse, me sentía bien, sin embargo algo en ese lugar me ponía un poco cauteloso. Algo había allí y ya una vez hacía tiempo me había dañado, pensé que eran solo sombras extrañas de la noche.
Un día Elena se fue con un tal Roberto, dejándome en una casa con un psicópata que planeaba desde hacía tiempo secuestrar a una prostituta, la más hermosa del cabaret, solo para cogerla atada a una cama, día y noche hasta cansarse...
El baño olía tan bien y mi cuerpo tan mal... sudor enfermo. Había soñado incansablemente y no tenía sueño, recordaba caminar por la orilla del río, de un lado y del otro. Era tan agradable como zambullirme en un cuerpo de mujer, intenso y sabroso como la noche se hace día y el tiempo no pasa para mí. Luego una sonrisa se dibujó en mi cara y me encontré recostado sobre mi cama recordando un cuerpo ya ausente. Suspiré y me dormí. En aquel sueño yo viajaba con Elena a un lugar impreciso, ella llevaba un arma porque huíamos de alguien. Nos refugiábamos en un pequeño patio. De pronto una pelota caía desde el otro lado del paredón y un niño saltó tras ella, un disparo, una herida, una sorpresa: un niño desconocido muere en un patio abandonado. Miro a Elena sin entender por qué disparó... Ella me mira y solo piensa en que hay que huir de ahí. Sin embargo yo sentía una gran culpa por tan desgraciado hecho.
Luego de días sin verla hasta podía imaginar su cuerpo, su sonrisa, un aroma inconfundible que contrastaba mucho con mi sudor enfermo, destilando toxinas por todo mi cuerpo. Soñé varias veces con ella, al fin me di por vencido cuando perdí el conocimiento para pasar a un estado febril. Preso de la locura por no poder olvidar... Elena ha huído con otro hombre y me ha endosado a un psicópata que ha atado a una prostituta a una cama solo para cogerla y luego matarla. El psicópata me mira mal, luego peleamos solo porque somos tan diferentes que no llegamos a ponernos de acuerdo: -un día te arrepentirás de haber nacido- me grita antes de saltar por la ventana. Me recuesto en la cama agotado y dolorido, la prostituta me pide que la suelte, pero en vez de soltarla la cojo y luego la dejo ir.
Pasa mucho tiempo o tal vez segundos, la ausencia de Elena es tan grande y me cuesta tanto anular los recuerdos. El psicópata juró vengarse, y bien que le ha salido porque todavía no puedo dejar de soñar y recordar y llorar la ausencia, hasta quedar sin lágrimas, seco por dentro... como si todos los días fueran el último día antes de hacerlo.
Un día de pronto dejo de soñar y voy a buscar al psicópata, sé donde vive y cuanto mal me ha hecho. Golpeo su puerta y lo golpeo a él, luego lo meto en el baúl del auto y lo llevo lejos. En el camino reviso el arma. Escucho algo de Monk en el estereo mientras contemplo el paisaje desierto. Detengo el auto, ya estoy lo suficientemente lejos, saco el arma y abro el baúl... El psicópata sale y le disparo en una pierna, luego en la otra, herida leves, no quiero matarlo, todavía. Lo llevo del otro lado del alambrado a las patadas, nunca imaginé que sería tan agradable esta sucia labor. Una vez en posición le disparo una vez más y le recuerdo todo el dolor que me ha hecho sentir. Le pregunto por qué mató a Elena y si se sintió tan bien como yo me siento. Sus ojos piden falsa clemencia. Quién era... Roberto? El otro con quien se fue Elena y luego él asesinó. Me mira con sus ojos brillantes y me dice que no toleraba ver a Elena con otros hombres pese a que hacía tiempo ella había terminado su relación con él. Tal vez pensó en matarme pero nunca me encontró y luego Elena se va con un tal Roberto... Puta... las pagarían caras... Me confiesa que le gustó mucho cogerse a Elena y siento un fuego que me sube por el cuello y me desespera. Me confiesa todo el dolor que les propinó a ambos. Esto lo hago por Elena... y por Roberto en cierta forma. Luego le confieso que no hay más balas en la pistola... Mientras guardo el cargador en el bolsillo.
- Pero alguna forma de matarte voy a encontrar. Tenés sed?
- Mucha y se que no me vas a dar agua... hijo de puta! sabés como chilló la gran puta de
tu mujer... Que antes y después fue mía...
- Shhhh... Silencio por favor, yo soy humano y pese a que te voy a matar tarde o
temprano, tal vez te deje acá para que te mueras solo... Te voy a dar agua...
Camino lentamente hasta el auto, cruzo el alambrado y me abro la cabeza con un alambre de púa oxidado. Si voy a morir y a pagar todo esto... No, todavía no. Saco un pañuelo y lo mojo con agua, luego me lo paso por la herida, pienso en tanta sangre vertida por Elena. Estoy tan vacío que ya nada me conmueve. Regreso hacia mi víctima con una botella en la mano. El psicópata se ha arrastrado varios metros, pero no puede escapar. Ya cerca de él destapo la botella y le arrojo el líquido encima... Es kerosene, arde y aguanta, lo usan para hacer fuego. Elena lo usaba con sus clavas, era muy agradable verla hacer swing. Le cuento de la noche de la tortuga cuando vino a mí la decisión de hacer esto, de la chica haciendo swing, de los recuerdos...
- Vos tenés swing psicópata? El cerillo está encendido cayendo lentamente de mi mano.
El psicópata me grita muchas cosas pero yo ya no lo escucho, en mi cabeza resuena Monk`s Mood y lentamente veo como ese miserable se convierte en una antorcha humana y se revuelca desesperado pero la música salvadora está allí dentro de mi cabeza para reemplazar los estrepitosos gritos por una hermosa melodía. Me alejo hacia el auto, doy la vuelta y tan solo veo un cuerpo incinerándose.

Incluído en EL LIBRO NEGRO...